En ellas aún quedan rastros de una de las mayores muestras de arte rupestre conocidas en el mundo, con más de 15,000 pinturas prehistóricas realizadas hace al menos siete mil años.
En 1956 el explorador francés Henry Lhote, perplejo por las extrañas figuras antropomorfas de cabezas redondeadas y dimensiones colosales que encontró, las bautizó como “pinturas de tipo extraterrestre” y calificó una de ellas como ‘el gran rey marciano’.
“Esto se popularizó de tal manera que, con el paso del tiempo, no han sido pocos los que han querido ver en estas representaciones la mano de seres que llegaron al desierto desde otros planetas”, escribe Juan Gómez en Las cuevas y sus misterios (Ed. Luciérnaga).
Vemos a los hombres cazando y nadando. Cultivando. Escenas cotidianas de un pasado milenario donde los científicos no ven nada extraño o inquietante. Es más, censuran despectivamente a hombres como Henry Lothe, que pusieron la etiqueta a determinadas zonas más antiguas de Tassili de testimonios del "arte marciano".
Además de Lothe, posteriormente, apareció otro especialista llamado Erich Von Däniken que defendió, una vez más, el hecho de que muchas pinturas nos traían, en realidad, el testimonio de una época donde el hombre tuvo su primer contacto con criaturas de otros mundos, con dioses de grandes cabezas que establecían tratos y relaciones con la raza humana.
Este tipo de afirmaciones son las que siempre causan la indignación de la comunidad histórica más férrea y prudente, incapaz de aceptar ideas tan arriesgadas como esta.
Sea como sea, las pinturas de Tassili son todo un escenario a descubrir. Un lugar del que cada uno de nosotros podemos obtener nuestras propias conclusiones. Las escenas costumbristas son todo un bello ejemplo de la la riqueza ecológica de un pasado en que el Sahara era aún un paraíso.
Las pinturas donde aparecen esa extraña raza de gigantes son, aún, un reto para mentes curiosas como las nuestras, ávidas de nuevos enfoques e interpretaciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario